viernes, 28 de mayo de 2010

Un llamado, tres responsabilidades.

Autor: Pastor: Franklin Pazos M.

Texto: 1ª Pedro 2:9.


Introducción: Desde que recibimos en nuestro corazón a Jesús somos salvos; la actitud de Dios hacia nosotros al llamarnos nos trajo su cuidado, respaldo y bendición abundante. Pero también espera de nosotros como hijos la obediencia y el compromiso en tres tareas que definen nuestra nueva vida para siempre. Ser escogidos por Dios: Designa que hemos sido seleccionados a prestar un servicio o recibir un privilegio muy especial.

I. Somos llamados a un sacerdocio.

1.Nos representamos a sí mismo ante el trono de la gracia (Hebreos 10:19-22ª). Esto es acercarse cara a cara al Señor, y expresarle nuestras experiencias con sinceridad, teniendo la seguridad de que él nos escucha y no nos rechaza jamás.
2.Dios quiere que vivamos cara a cara con él, como sacerdotes que se consagran a escucharle y a descubrir su voluntad a través de la Biblia, pues así superamos la tendencia al desaliento. También con la oración nos acercamos, y ésta moldea nuestro pensar y nos inspira a esperar concentrados y confiados en su respuesta.
3.Buscar a Dios es invertir tiempo y añadir beneficios.

II. Somos llamados a ser embajadores.

Un embajador establece relaciones con otras naciones o reinos a fin de preservar la paz o intentar conseguirla; esa es su misión, también la nuestra.

1.Dios nos ha dado el ministerio de la reconciliación (2ª Corintios 5:17-20). Sin dudas que tenemos un encargo hacia los que no tienen a Cristo y que viven sin la luz y la esperanza de Dios.
2.Si callamos no cumplimos nuestra función, y eso es también pecar. (Hechos 1:8)
¡Anunciemos al mundo el gran mensaje de amor! ¡No calles, habla y no temas, Dios está contigo!
3.Nuestro encuentro diario con Dios como sacerdotes, aumenta nuestra eficacia como embajadores.

III. Somos llamados a ministerios en la iglesia.

1.Al ser salvos recibimos dones para ministrar en la iglesia por medio del Espíritu Santo. Estos definen el área de nuestro servicio para fortaleza recíproca, nos han sido otorgados para ser siervos de los demás (no personal).
2.Por tanto hermanos mostremos en nuestras vidas el fruto del Espíritu Santo y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.
3.El Señor te ha dado un lugar para servir ¿Estás en ese lugar?

Conclusión:

DEBEMOS PREGUNTARNOS CADA DÍA:

¿Cómo puedo hoy estimular a mis hermanos? ¿Cómo puedo alentar y fortalecer a alguien que no tiene su esperanza en Dios? El Espíritu Santo nos ha dado su poder para que obremos con decisión y dinamismo, y no detenernos. Nos otorga su amor como una identidad, para que nuestras acciones sean eficaces y fieles al anunciar la paz de Cristo; y nos establece con dominio propio para que comprendamos a aquellos con los cuales compartimos. Así ayudamos a fortalecer, alentar y acompañar a nuestros hermanos en sus circunstancias que es nuestro deber, y a confortar al mundo con la paz de Cristo.


¡Seamos fieles al Señor obedeciendo su llamado!

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